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Cambiar los hábitos que nos han acompañado durante mucho tiempo es una dura tarea

Cambiar los hábitos que nos han acompañado durante mucho tiempo es una dura tarea, aunque esto no significa que no se pueda realizar, todo lo contrario, es posible. Sin duda es el reto de todas las personas que quieren empezar a cuidarse o aquellas que quieren perder peso. Posiblemente sea el momento de disminuir las horas de ver la televisión para practicar más actividad física, no consumir todos los alimentos que nos apetecen e incluso algunas veces puede que sea el momento de enfrentarnos a nuestros miedos más profundos para conseguir alcanzar los objetivos. Todas estas tareas forman parte de un gran reto que se puede resumir en la incorporación de unos de forma permanente. En general, es frecuente la dificultad para perder peso en las personas obesas, ellas suelen tener más dificultades en comparación con la población delgada, además es una dificultad que es muy difícil de comprender si no se vive. Buenos hábitos en nuestra vida cotidiana.

Desde el momento que has decidido empezar, te habrá despertado multitud de pregunta. Posiblemente, una de ellas podría ser: ¿Qué tengo que cambiar y cómo lo hago?, es decir, te estarás preguntando qué tienes que hacer para perder peso. Es posible que no sea tu primer intento y puede que en alguna ocasión no lo hayas conseguido

Un ejemplo de estas dificultades se puede hallar en el inicio de la práctica de actividad física, o a la hora de cambiar determinados alimentos que comemos; son situaciones que la población no obesa en general no puede entender.

Como te puedes imaginar, no todos tenemos las mismas dificultades para modificar los hábitos, algunos quizás tengan problemas en la incorporación del deporte, otros puede que la comida suponga la recompensa después de un día de esfuerzo o puede que la alimentación sea la última alternativa para afrontar alguna situación complicada. Por lo que tenemos que tener claro la existencia de diferentes tipos de dificultades para conseguir los hábitos adecuados, y por tanto es necesario tener tratamientos personalizados.

Fuente de referencia consultada para este artículo:

Encarni Ayoso
Crisis personal

Crisis personal: Cuándo toca hacer balance

A lo largo de la vida de un ser humano hay ciertos momentos en que nos encontramos ante una situación en la que se avecina – o se precipita – algún cambio importante, al que nos solemos referir como crisis personal.  Además de aquellas que se consideran cíclicas y que están influidas tanto por la biología como por la norma social, que podríamos llamar las transiciones de etapa evolutiva – el paso a la vida adulta, la llegada o no de los hijos, la crisis de los cuarenta, etcétera -, están los que marca la particular biografía de cada persona.

No son obligatorias, ni todos atravesamos las mismas crisis, como se tendía a pensar antiguamente, pero nadie se escapa de verse ante una encrucijada vital, ya venga impuesta por un acontecimiento inesperado y desagradable o sea un proceso gestado largo tiempo. Estos momentos de paso de una etapa vital a otra diferente se caracterizan por la aparición de malestar psicológico – sobre todo de tipo emocional – más o menos acusado, tensiones internas provocadas por un exceso de rumiación mental y siendo más específico, una sensación de bloqueo, impotencia y confusión. Cuando nos encontramos en ese punto en que el malestar se hace tan evidente que no podemos ignorarlo – aunque hay quien hace titánicos esfuerzos para no escucharlo, incluso pueden aparecer somatizaciones: nuestro cuerpo nos indica que hay un asunto pendiente que es urgente que atendamos.

En el fondo, en cada tránsito o crisis personal hay dos procesos paralelos e inseparables: uno, el de afrontar la pérdida de aquello que necesitamos soltar, y el otro, el de buscar nuevos caminos futuros. El primero suele estar presidido por la tristeza – no deja de ser un duelo – y la frustración por vernos en este trance, que se traduce en irritabilidad. En el segundo el protagonista es el comprensible miedo a la incertidumbre pues, aunque tengamos cierta intuición o idea de por dónde queremos avanzar, no hay ninguna garantía de que conseguiremos lo que deseamos. Si además no hemos indagado demasiado en qué necesidades no hemos cubierto con la situación que tenemos ni cómo vamos a hacerlo, la ansiedad se puede disparar a niveles bastante elevados. Súmese a todo esto la impotencia que nos genera la sensación de pérdida del control de la situación, y si el cambio viene desde fuera – mi pareja me ha dejado, me han despedido del trabajo inesperadamente – esta impresión se agrava.

¿Qué se puede hacer ante una crisis personal? Tanto si hemos terminado los estudios y ahora tenemos dudas sobre por dónde tirar, si hemos sufrido una ruptura de una relación larga, o si nuestros hijos se han emancipado y nos hemos quedado solos en casa, nos vemos abocados a hacer balance de cómo nos ha ido hasta ahora. No solo nos va a permitir valorar la experiencia vivida que dejaremos atrás, con toda la tristeza y nostalgia que conlleva, sino que de esta valoración es de donde se obtienen las claves de nuestro rumbo futuro: qué creemos que nos ha fallado, qué nos falta o nos sobra en este momento de la vida, cuál ha sido la evolución propia nos ha llevado hasta este punto, qué recursos tenemos para hacer frente a un imprevisto y de qué alternativas disponemos para manejar el nuevo escenario.

Este análisis se suele realizar mientras además tratamos de lidiar con el comprensible desbordamiento emocional, en el que no es raro que aparezcan sentimientos de culpa al decidir desprendernos de parte de nuestro presente o de ansiedad existencial cuando abordamos el futuro inmediato. Y es que este tipo de dilemas parten de una paradoja vital: sabemos perfectamente cuantificar la pérdida, porque conocemos nuestra situación actual, pero no tenemos ni idea de qué ganaremos con el cambio, más allá de posibles hipótesis. Una especie de “salto de fe” sin garantías de éxito, pero que es necesaria para evolucionar hacia futuras situaciones más o menos estables. Cambiamos certezas por posibilidades, y esto asusta.

Aquí es importante hacer una precisión, ya que la corriente de positividad representada por el mundo del coaching y la psicología positiva amenaza con esconder una realidad incómoda: no todas las transiciones vitales son a una etapa mejor, más feliz y plena. De hecho, de las que nos vienen impuestas por azar – porque el azar es el factor más determinante de nuestra existencia -, la estadística nos dice que la probabilidad de empeorar es la mitad. E incluso algunas evolutivas relacionadas con nuestra biología; por ejemplo, cuando aparecen los primeros achaques y limitaciones fisiológicas producto de la edad. O uno de los momentos de crisis personal para no pocas mujeres es el que ocurre cuando se despiden de su capacidad de ser madres. Por no hablar de la pérdida de un ser querido.

Estas readaptaciones son las más difíciles, en las que es imprescindible cultivar una actitud de tipo estoico, minimizar el impacto negativo en la medida de nuestras posibilidades y aceptar la nueva situación, recordando aquella máxima de Heráclito de que “todo fluye y nada permanece”, para esperar un nuevo giro de los acontecimientos: en algún momento nos veremos ante cambios de otra naturaleza que puedan paliar la situación.

Hacer balance no solo implica atravesar el duelo por lo que dejamos, valorando aquello que nos ha aportado, rescatando aquello que nos deja en cuanto a experiencia e identificando los aprendizajes que nuestros errores nos señalaron. También una reflexión de si nuestra vida va por el camino que querríamos, si renunciamos o abandonamos algún proyecto o meta importante, si nos hemos dejado llevar – mucho más frecuente de lo que nos gusta reconocer -, y en ese caso, qué vamos a hacer para tratar de remediarlo. Es decir, un fuerte componente de autocrítica que no es fácil ni agradable de experimentar; en algún caso va a suponer la renuncia definitiva a algún camino que nos habíamos planteado y una aceptación de limitaciones o de la mala fortuna. Pero también pueden resultar, contando con ayuda profesional si nos vemos muy atascados, puntos de inflexión hacia un estilo más auténtico o trayectorias nuevas que no habríamos contemplado en otro caso.

Fuente de referencia consultada para este artículo:

http://www.hylepsicologia.com/2020/01/28/crisis-personal-cuando-toca-hacer-balance/
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Motivación y pérdida de peso

Alcanzar unos objetivos de pérdida de peso, SIN poner en peligro nuestra salud, conlleva realizar un importante cambio de hábitos. Sin embargo, un cambio de hábitos real que nos pueda llevar hacia este estilo de vida más saludable no siempre es sencillo, puesto que cambiar nuestra manera de actuar en nuestro día a día nunca lo es.

Es justo en este momento cuando entra en juego el punto clave de la motivación.

La motivación es la ilusión o actitud que nos hace ir hacia una meta. Este empuje suele ser fuerte al inicio y va perdiendo fuerza conforme los resultados se ralentizan y el cansancio aparece. Cuando estamos haciendo un plan de adelgazamiento, la pérdida de motivación a mitad del proceso provoca con mucha frecuencia el abandono del mismo. Por ello, debemos estar atentos a las fluctuaciones que sufre nuestra motivación a lo largo del proceso para poder ponerle remedio, antes de que sea demasiado tarde. Una buena motivación también es una garantía de éxito en los momentos de dificultad, tentaciones, situaciones difíciles de controlar, etc.

Los nutricionistas son conscientes de la importancia de la motivación y la incluyen dentro de su intervención. No obstante, si dicho profesional de la salud valora que la falta de motivación de un paciente es decisiva en la continuidad del tratamiento, le derivará a un experto en apoyo psicológico para poder trabajarlo con mayor profundidad.

Cuando tratamos de cambiar algo en nuestra rutina, notamos una resistencia que tira hacia lo conocido, hacia lo antiguo y se niega a cambiar (zona de confort). A veces, es una resistencia sutil y en otras ocasiones, nos sentimos tensos, irascibles o ansiosos.

Cuando intentamos perder peso, encontramos diferentes obstáculos que frenan nuestra motivación para iniciar nuestro plan: obstáculos mentales (ideas preconcebidas o irracionales que nos desaniman con facilidad), emocionales (ansiedad, estrés, enfado, tristeza, soledad, aburrimiento), sociales (porque nuestro entorno se desarrolla en un contexto obesogénico, repleto de productos, actos sociales, publicidad, etc.. relacionados  con la alimentación poco saludable, y con escaso apoyo a nuestro deseo de comer saludablemente. Es muy importante que cada persona detecte sus principales obstáculos para aprender a manejarlos.

Además al intentar ordenar nuestros hábitos de alimentación, descubrimos que la comida cumple muchas más funciones que la de aportar energía a nuestro organismo. La comida es el parche con que tapamos nuestra soledad, enfados, aburrimiento, estrés y la ansiedad.

El apoyo psicológico ofrece las herramientas para gestionar la ansiedad por la comida. Además le ayuda a la persona detectar las emociones que influyen en su comportamiento, lo que le permite ser consciente de ellas y anticiparse para que no recaiga en viejos malos hábitos y vuelva a comer sin control.

La clave es no rendirse a la desmotivación y buscar siempre una motivación intrínseca (interna), algo que realmente sea importante para nosotros, un cambio desde dentro, cuando la motivación es extrínseca viene de algo externo, momentáneamente nos puede ayuda, pero cuando desaparece ese algo externo (ej. tengo una boda y quiero adelgazar), perdemos razón que nos guiaba a ese cambio, y el abandono y vuelta a estar como estábamos será lo habitual. Sabiendo esto, tomar consciencia de ello y tomar las medidas adecuadas para plantearse un cambio será el mejor punto de partida para conseguir un cambio duradero.

 

 

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Cómo controlar la mente para adelgazar

¿Distinguimos entre hambre y apetito? ¿Qué pasa cuando estamos llenos y seguimos comiendo? El apetito es más un deseo de consumir un determinado alimento ¿Nos dejamos llevar por él?

¿Hambre o apetito? ¿Para qué sirve la comida? La respuesta más rápida y sencilla sería decir para nutrirnos, pero ¿es esta su única función? Mediante la comida nos socializamos con otras personas, sentimos placer…determinadas sensaciones que hacen que llevarnos ese bocado a la boca sea todo un deleite.

 

¿Podemos distinguir entre hambre y apetito? Aunque sean palabras utilizadas por muchas personas como sinónimos no lo son. El hambre es la sensación de necesidad de alimento. En cambio, el apetito podríamos definirlo como el deseo de comer un determinado alimento.

El mecanismo del hambre es un complicado proceso donde se ponen en marcha diferentes sustancias químicas que regulan dicha sensación. Pero ¿qué pasa aún cuando por ejemplo, estamos llenos y comemos? ¿Es realmente hambre lo que sentimos? O ¿Nos dejamos llevar simplemente por las sensaciones?

Cuando comemos algo que nos gusta se liberan unas sustancias que activan determinadas zonas del cerebro relacionadas con el placer. Se crea entonces la memoria sensorial. Así pues, cada vez que sintamos, por ejemplo, un determinado olor, el cerebro activará esta sensación placentera despertándonos las ganas de comer.

La química del cuerpo y los factores ambientales juntos influyen no sólo en cuándo sentimos hambre sino también lo hacen en qué tipos de alimentos tenemos ganas de comer para obtener la sensación de placer. Así pues, podemos decir que la comida se ha ido poco a poco relacionando de una forma inconsciente con otras experiencias que estimulan sensaciones de diversión, celebración, placer…a diferencia del simple hecho de nutrir nuestro organismo. No debemos olvidarnos que somos también seres que funcionamos por hábitos.

Un sencillo ejemplo. ¿Cuántas veces no se nos ha despertado el hambre con el simple hecho de mirar el reloj? Podemos estar tan tranquilos haciendo una actividad sin presentar hambre pero, de repente, el reloj nos indica que es hora de comer! O bien el comer delante de la televisión con un determinado programa, o cuando estamos aburridos, o visitar la nevera cada vez que visitamos la cocina… A todas estas situaciones estamos expuestos cada día y son las que pueden hacernos ganar algún que otro kilito de más.

Con ayuda profesional se puede aprender a diferenciar estas situaciones que nos hacen comer sin hambre, ya sea por emociones o rutinas. A través del aprendizaje de herramientas para mantener una alimentación sana, equilibrada, variada y atractiva sin carencias nutricionales.

 

 

 

Fuente de referencia consultada para este artículo:

http://psicopedia.org/864/estres-comida-y-emociones-una-combinacion-peligrosa/
No hagas dieta, has un cambio de hábitos

¿Quieres bajar de peso y mantenerlo a largo plazo? No sólo hagas dieta, has un cambio de hábitos

La búsqueda del Santo Grial de la salud pasa por la pérdida de peso a largo plazo. Dietas, estrategias, soluciones milagrosas… muchos formatos tratan de obtener los mismos objetivos con resultados variables o escasos.

Si nos centramos en dos estrategias concretas, una es el clásico uso de las dietas restrictivas, que son pautas concretas para reducir el aporte calórico en las ingestas. La otra es un cambio de hábitos, a largo plazo, y la educación nutricional. ¿Qué diferencias existen? ¿Por qué una es más útil y eficaz que la otra? ¿Por qué es necesario unificarlas?

Dieta o hábito, ¿en qué se diferencian?

Las dietas muy restrictivas consisten en diseñar un plan dietético que reduzca los aportes nutricionales, para aminorar el aporte calórico en cada ingesta. Esto lo hace restringiendo los alimentos y las cantidades, o incluso sustituyendo alimentos por productos. Entre las dietas restrictivas, las hay diseñadas por expertos y otras conocidas como dietas milagro.

Aunque ambas son restrictivas, una dieta diseñada por un profesional nutricionista o dietista está ajustada a cada persona. La adecuación del aporte calórico se hace sin que esto tenga un impacto en el resto de nutrientes. Por el contrario, las dietas milagro reducen el aporte nutricional sin ningún tipo de contemplación, no solo limitan el aporte calórico, además no atienden a las necesidades nutricionales de las personas.

Por el contrario, un cambio de hábito, supone una variación en las costumbres nutricionales y vitales. Para ello es imprescindible asesorarnos y educarnos en nutrición, incorporar la actividad física en nuestra vida, modificar conductas, y aprender a gestionar nuestras emociones.

Esto significa que hay que generar cambios a largo plazo, que tendrán un impacto fisiológico y psicológico, que influirán en nuestra salud. Como todo lo que ocurre con nuestra vida, las cambios importantes requieren de periodos largos de tiempo, un mes o dos no son periodos largos, ni mucho menos, para nuestro cuerpo.

Funcionar o no funcionar, esa es la cuestión

Si usamos una dieta muy restrictiva, sin duda, perderemos peso muy rápido. Pero si después, volvemos a los hábitos anteriores, es 100% seguro que recuperaremos el peso perdido. Esto que hemos resumido en un solo párrafo, podemos explicarlo por cuestiones fundamentales:

Mientras que la dieta es un patrón que llevamos durante cierto tiempo, que puede ser mucho o poco, siempre tiene una fecha de expiración. Por el contrario, el cambio de hábitos funcionará durante un periodo muy, muy largo (o para siempre). Aprender a comer bien y hacerlo por hábito es algo que dura en el tiempo y nos ayuda a conservar la pérdida de peso. ¿Y si convertimos una dieta en algo perenne? Entonces, sencillamente, la habremos convertido en un hábito.

El metabolismo

Aunque perdamos algo de peso en poquísimo tiempo, nuestro metabolismo no varía en solo unas semanas o en un mes. Necesita tiempo para adaptarse y cambiar. Es parte de nuestro sistema homeostático de supervivencia. Por tanto, una dieta podrá ayudarnos a no ingerir demasiadas kilocalorías, pero por sí misma no ayudará a cambiar el motor central que dirige la gestión de energía de nuestro cuerpo y obtendremos, como resultado, un efecto rebote.

Una dieta consiste en una tarea clara y concisa, ordenada. «Hoy la comida incluye tal o cual, y ese grupo de alimentos están prohibidos», etc. El cambio de hábitos no es tan conciso (aunque puede planificarse) y consiste en adquirir una educación nutricional que nos permita escoger mejor los alimentos y con ello mantener nuestro peso.

 

Fuente de referencia consultada para este artículo:https://www.vitonica.com/dietas/quieres-bajar-peso-mantenerlo-a-largo-plazo-cambio-habitos-efectivo-que-dieta-restrictiva

Los gordos tienen fuerza de voluntad

Los gordos también tienen fuerza de voluntad

Hace mucho que la psicología científica demostró que las personas tendemos a justificarnos y sobrevalorarnos. La mayoría pensamos que somos mejores que la media y somos mucho más benevolentes valorando los malos comportamientos propios que los de los otros.

Técnicamente los psicólogos lo llaman «Sesgo de correspondencia«: «La gente tiende a explicar comportamientos basándose más en qué «tipo» de persona los ejecuta que en los factores sociales y ambientales que rodean e influyen a dicha persona. Esta presunción por defecto hace que la gente haga explicaciones erróneas del comportamiento».

Dicho con palabras más sencillas: Cuando logramos un objetivo que consideramos excepcional, pensamos que es por nuestro esfuerzo y nuestros méritos. Si los demás no lo consiguen, nuestra percepción suele ser que no se esfuerzan lo suficiente, que no se lo merecen como nosotros. Por el contrario, si no conseguimos llegar a la meta que nos marcamos, tendemos a sobrejustificarnos y fácilmente encontramos razones de peso externas para nuestro fracaso.

La obesidad y la delgadez no se libran de este fenómeno. La mayoría de las personas delgadas o con cuerpos estupendos suelen reprochar a las personas obesas pensando que no se esfuerzan lo suficiente o que no tienen fuerza de voluntad para llegar a lo mismo. Piensan que ellos han conseguido su cuerpo gracias sobre todo a su esfuerzo y creen que al resto les supondría el mismo nivel de esfuerzo, así que si no lo hacen, es porque son un poco perezosos o glotones.

Este tipo de actitud se suele mezclar con otro comportamiento poco riguroso el «a mí me funciona». Nuestro cerebro está programado para buscar la causa-efecto en casi todo lo que hacemos, así que pensamos que si ha ocurrido algo como consecuencia de un comportamiento, realmente el éxito se debe sólo a dicho comportamiento.

Sorprendentemente, en otros temas la gente es más comprensiva. Si alguien no tiene un doctorado en física cuántica, no solemos pensar que es porque es un vago. Si no tiene trabajo, tampoco lo vemos como perezoso, y menos en los tiempos que corren. Si no tiene éxito en los negocios, es difícil que creamos que la razón principal es la falta de dedicación. Además del esfuerzo (que también es importante), todos aceptamos que existen otros muchos factores que influyen en la consecución de estos logros: la suerte, las habilidades innatas, los gustos personales, el entorno… Y en la obesidad, o en la delgadez, ocurre lo mismo.

Hasta los mayores expertos mundiales piensan que el tema de la obesidad es muy complejo y que no tiene una solución fácil, como puede leerse, por ejemplo, aquí. En mi modesta opinión e intentando simplificar, creo que hay tres factores clave en el sobrepeso. El primero de ellos es la genética. Si nuestro metabolismo tiene unas características concretas, el combate será más difícil. La tendencia a sufrir resistencia a la insulina, por ejemplo, que nos hace eficaces acumuladores de grasa en una dieta alta en carbohidratos refinados, tiene una importante componente hereditaria. Lo peor de este factor es que su consecuencia se refleja en forma de hambre, y el  hambre está directamente asociada a uno de los instintos más potentes y básicos de la naturaleza, la supervivencia. Los delgados no suelen ser conscientes de la importancia de la intensidad del hambre porque piensan que todo el mundo la siente como ellos. Y no es cierto. Suelo recomendar que se imaginen cómo se sentirían si se les redujera la cantidad de comida habitual a la mitad para toda la vida. ¿Serían capaces de soportar esa sensación durante años?

El segundo factor es la educación o el conocimiento. Si no sabemos lo básico sobre nutrición, seremos incapaces de interpretar cómo reacciona nuestro cuerpo ante los alimentos, y, por lo tanto, no podremos ajustar adecuadamente nuestra dieta para no comer lo que nos hace engordar y comer lo que nos evita sentir hambre.

Y el tercero y más importante, es el esfuerzo y la motivación personal. Un factor psicológico muy complejo, que se relaciona y depende de los dos anteriores. Lo que para una persona puede ser por ejemplo un esfuerzo de «6» quizás a otra le suponga un esfuerzo de «10», debido a que sus genes no ayudan o, por falta de conocimiento, no ejecuta adecuadamente las pautas dietéticas más eficaces para su caso. Hay mucha gente obesa que tiene una enorme fuerza de voluntad (y éxito) en otros muchos ámbitos de la vida, que dedican horas y horas a estudiar o a trabajar y se sacrifican como el que más, pero son incapaces de superar su obesidad.

En definitiva, pienso que en temas de sobrepeso las comparaciones son odiosas por tres razones. Porque caemos en el “sesgo de correspondencia”, porque utilizamos “a mi me funciona” para juzgar a otros y porque no valoramos en su medida todos los factores que influyen.

Respecto a los tres factores, con los genes no se puede hacer nada. Pueden ser una ayuda o una dificultad, es lo que hay. El segundo, el conocimiento y educación nutrición, podemos mejorar y asesorarnos, está en nuestra mano. Y el tercero, la motivación y el esfuerzo, los ánimos funcionan mucho mejor que los reproches, y buen enfoque de cómo abordar el cambio de hábitos y entrenamiento en ello también en esta en nuestras manos.

Así que si usted está delgado y cree que las personas obesas son bastante responsables de su situación, le sugiero que dedique unos minutos a pensar sobre ello. Quizás ahora no lo vea tan claro.

 

Fuente de referencia consultada para este artículo:

http://loquedicelacienciaparadelgazar.blogspot.com.es/2012/05/los-gordos-tambien-tienen-fuerza-de.html

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La batalla de la dieta

Algunas claves que se deben tener en cuenta si se desea terminar por una vez por todas contra la batalla interminable de estar a dieta.

Mentalizarse y Responsabilizarse. El éxito de una dieta para adelgazar pasa por mentalizarse de que se trata de un cambio de hábitos alimenticios, físicos y psicológicos de por vida. No sólo durante el tiempo de dieta para reducir el peso, sino que éstos hábitos deben mantenerse para siempre. Por ello se hace preciso que tanto la dieta como todos los cambios necesarios sean adaptados a cada persona y facilitarles el mantenerlos a lo largo de la vida.

La motivación y la fuerza de voluntad divina. No hay que esperar a que una especie de fuerza externa nos impulse a iniciar o mantener una dieta, ni tampoco comenzar en base a una fecha (primero de año, primavera, el lunes…).  La motivación hay que alimentarla, y su mejor alimento es la obtención de resultados, comprobar cómo cada semana el peso va disminuyendo, es lo que nos dará la fuerza de voluntad necesaria para seguir adelante, pero hay que recordar siempre que nadie va a hacer la dieta por nosotros, y que es nuestra responsabilidad mantenernos alerta para no sucumbir a los innumerables acontecimientos y tentaciones que continuamente nos rodean. Para ello, es clave tener siempre presente que es un periodo de aprendizaje, en el que más que pensar que tengo prohibido comer determinados alimentos, es una elección personal no comerlos con el objetivo de desarrollar estrategias de autocontrol que podamos utilizar a lo largo del cambio de hábitos.

Contar con el apoyo de los que nos rodean es importante, pero en la mayoría de los casos, el entorno más que ayudar dificulta el seguimiento de cualquier dieta, seguro que para muchos son conocidas frases como “por un poco no pasa nada”, “por una vez que va a pasar, luego lo compensas”…

Hablar seriamente con estas personas y explicarle lo importante que es para vosotras/os su apoyo, facilitará enormemente el seguimiento de la dieta.  

Metas realistas. Dependiendo de cuánto tiempo llevamos con esos kilillos de más, nuestra edad, nuestro cambio de vida, etc…se deberá establecer la meta a conseguir, no debemos obsesionarnos por conseguir meternos en la talla de hace años, hay que establecer metas que podamos alcanzar, metas que siempre deben ser ajustadas a nuestra edad y tipo de vida y que se puedan mantener.

También es importante establecer metas flexibles, donde se tenga en cuenta posibles recaídas (que no abandonos), y situaciones emocionales que pueden surgir y afectarnos negativamente en la consecución de nuestro objetivo.  

Falsas creencias. Es importante tomar conciencia de la cantidad y tipos de alimentos que una persona está ingiriendo, en muchas ocasiones escucho frases del tipo: “si yo no como tanto”, frase que es totalmente cierta para la persona que la dice, sobre todo porque en la mayoría de las veces no hay conciencia sobre ello.

Un breve cuestionario, donde se anote durante un tiempo la cantidad y tipo de alimentos ingeridos, bastará para que la persona tenga conocimiento de que lo que pensaba, y la realidad, están algo alejadas.  

No intentar lo que ya se ha intentado y ha fracasado. Nos pasamos más de media vida probando soluciones que ya han fracasado multitud de veces, no sólo nos pasa en lo referido al intento de perdida de peso, sino también en otros asuntos de nuestra vida. Hacer una breve lista de todo lo que se ha intentado hasta el momento y que ha fracasado, es la clave para no volver a repetir los mismos errores, cualquier intento de solución tiene que pasar por algo nuevo, algo no intentado. 

El ejercicio es fundamental en cualquier dieta saludable. Además de los beneficios de sobra conocidos de la práctica del deporte, la actividad física es clave para ayudarnos a la pérdida de peso y al incremento de masa muscular que influya en el aumento de nuestro metabolismo basal. No hablo necesariamente de inscribirse en actividades que nunca hemos hecho o que incluso no nos gustan, sino de actividades acorde a nuestra forma de vida, edad y preferencias.

 Disfrutar aun más de los caprichos. Tener siempre presente, que una vez conseguido el peso deseado se podrá volver a comer aquellos alimentos que tanto nos gustan, pero con moderación.

Evidentemente, volver a nuestra alimentación anterior, sería también volver a nuestros kilos de más, por ello, una vez aprendidos los hábitos saludables se deben seguir fortaleciéndolos hasta que formen parte de nuestra nueva forma de vida.

Con ello tendremos un doble disfrute, comer aquello que tanto nos gusta, y seguir manteniendo nuestro peso, además de sentirnos orgullosos/as por haber conseguido tener la capacidad de decidir cuándo y cuánto voy a comer de ese alimento capricho que antes era incontrolable.

 

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5 técnicas para mejorar nuestra autoconfianza

La falta de confianza en nosotros mismos es posiblemente la emoción más frágil y desmotivante que podamos sentir. La vida siempre nos está poniendo a prueba en pequeños y grandes escenarios, nuestro día a día esta repleto de momentos en los que se nos obliga a actuar y, donde nosotros mismos, deseamos dejar constancia de lo que deseamos y a lo que aspiramos. A veces no es fácil, es verdad, pero si ponemos en una balanza todas las cosas que hemos dejado escapar debido a nuestra falta de confianza, y comprobamos que el peso de las mismas nos ha traído más pérdidas que beneficios, tal vez sea el momento de actuar.

Y todos, absolutamente todos somos capaces de mejorar esta capacidad.

TÉCNICAS PARA MEJORAR NUESTRA AUTOCONFIANZA

Pensemos durante un momento en alguna de esas cosas que implican confianza personal y que son tan decisivas en nuestra existencia: Afrontar una entrevista de trabajo, lograr esa meta que tenemos en mente y donde aglutinamos la mayoría de nuestros sueños, encontrar pareja o decidirnos a dar ese primer paso ante la persona que nos atrae, resolver conflictos con otras personas de nuestro entorno personal, atrevernos simplemente a decir en voz alta aquello que sentimos y pensamos…

Como podemos ver, son dimensiones realmente importantes en nuestro desarrollo personal y social, sobre las que se sustenta ese pilar llamado autoconfianza. Acceder a ella, conocerla y asimilarla requiere de una serie de pasos de los que debemos empezar a ser conscientes. Veámoslos:

1. CONVERTIR LOS NEGATIVO EN POSITIVO: 

Debemos empezar a darnos cuenta de esas situaciones en que nuestro pensamiento nos bloquea con frases como “yo no voy a poder con esto”, “no me atrevo”, “lo voy a hace mal, soy torpe”, “se van a reír de mi”, “no soy lo suficientemente bueno”…. ¿Por qué debemos “vestirnos” siempre con esa negatividad? ¿Qué tal si una mañana decidimos vestirnos con la armadura del positivismo? Probar no cuesta nada, basta con darse cuenta de esos instantes en que la negatividad nos detiene e intentar reformularla de otro modo: “soy lo bastante capaz y voy a hacerlo”, “haré realidad mis sueños, puedo conseguirlo”… De nosotros depende dar el giro hacia la confianza en nosotros mismos.

2. DESCUBRE QUIÉN ERES Y LO QUE QUIERES:

¿Sabes realmente lo que quieres? Si lo sabes… ¿Por qué no vas a por ello? Busca las acciones que pueden llevarte a la meta de tus objetivos, la felicidad es ese escalón al que se accede con dos o tres pasos más, puede que requiera algo de esfuerzo, pero el simple progreso, el subir subiendo peldaño a peldaño va a conseguir que te vayas sintiendo mejor. ¿Por qué no intentarlo si conoces ya lo que te motiva y lo que enciende la luz de tus sueños?

3. SER CONSCIENTE DE LOS ÉXITOS CONSEGUIDOS:

Todos hemos conseguido cosas en algún momento de nuestras vidas, todos hemos accedido a determinados logros en el pasado y ello nos debe valer para demostrarnos que somos capaces. ¿Si lo conseguimos una vez, por qué no podemos conseguirlo de nuevo? Y más aún, si reconocemos que somos capaces de de realizar determinadas cosas, debemos empezar a pensar en intentarlo en otros ámbitos. La autoconfianza se basa también en reconocer nuestras habilidades y nuestros aspectos positivos, para poder aplicarlos en esas otras áreas en la que nos vemos un poco más inseguros.

4. NO TE COMPARES:

Nunca. No pongas a los demás como referencia ni tengas en cuenta lo que los demás piensen de ti. Sé tú mismo. Todas las personas somo únicas y particulares, y ello nos enriquece, y si bien es cierto que todos tenemos cosas positivas y negativas, es bueno reconocer esta individualidad para envolverla de fortaleza evitando que nos sintamos “inferiores”.

5. ESFORZARNOS PARA MEJORAR:

Para mejorar nuestra autoconfianza debemos superarnos día tras día hasta que nos sintamos orgullosos de nosotros mismos. Para ello siempre es útil saber qué podemos cambiar para ser un poco mejores, para mirarnos al espejo y decirnos: “Voy a ser capaz”. La superación personal es un camino que se teje día tras día con el único propósito de hacernos sentir mejor y vernos a nosotros mismos como personas capaces de alcanzar las metas que nos propongamos.

 Vale la pena intentarlo.

Fuente de referencia consultada para este artículo:

http://lamenteesmaravillosa.com/cinco-tecnicas-para-mejorar-nuestra-autoconfianza#sthash.3giZOXkf.dpuf

Trastorno obsesivo Compulsivo

3 técnicas para controlar las compulsiones

El trastorno obsesivo-compulsivo se caracteriza por la aparición de rituales, los cuales tienen el objetivo de calmar la ansiedad que la persona experimenta. Existen diferentes rituales, desde lavarse las manos varias veces hasta regresar a comprobar que hemos cerrado adecuadamente la puerta, u ordenar determinados objetos siguiendo siempre el mismo patrón.

Dicho de esta forma no parece algo demasiado incapacitante pero lo cierto es que a menudo un ritual lleva al otro y suelen producir una gran incomodidad en la persona por lo que es importante aprender a deshacerse de estas compulsiones. ¿Cómo hacerlo?

Estrategias para aprender a controlar los rituales del trastorno obsesivo-compulsivo

  1. Aplazar el ritual

Como su nombre lo indica, esta técnica consiste en postergar la realización del ritual. Cuando sientas la necesidad imperiosa de hacer ese ritual que te ayuda a liberar la tensión, intenta controlar la ansiedad y aplazarlo. Al inicio es probable que logres un aplazamiento de apenas unos minutos pero si eres perseverante, con el tiempo lograrás posponer el ritual cada vez más.

Si realizas varios rituales, es importante que elijas el más sencillo, el que te resulte más fácil de posponer. De esta forma podrás alcanzar tu objetivo con mayor facilidad y te sentirás más motivado a aplicar esta técnica a los rituales más complejos.

Cuando logres aplazar el ritual durante al menos 30 minutos, reflexiona sobre el hecho de que no ha sucedido nada malo por no haber cumplido el ritual. Lo único que ha ocurrido es que has sentido más ansiedad pero esto es algo que puedes controlar sin la necesidad de recurrir a un ritual.

 En la misma medida en que logres aplazar cada vez más tiempo el ritual, te darás cuenta de que la ansiedad es algo que se puede controlar y aumentará la confianza en tus capacidades. Por supuesto, mientras dejas que pase el tiempo, haz algo interesante que te distraiga porque mientras más intentes contar los minutos, más ansiedad experimentarás.

  1. Cambiar algún aspecto del ritual

Los comportamientos compulsivos a menudo se han convertido en hábitos, son tareas que realizas de manera automática, sin pensar demasiado. Sin embargo, si cambias la manera de llevar a cabo ese ritual, estarás rompiendo el círculo vicioso creado por la costumbre y te obligarás a reflexionar sobre lo que estás haciendo.

En realidad, no se trata de un gran cambio sino de pequeñas transformaciones. Por ejemplo, si tienes la costumbre de lavarte las manos 10 veces, hazlo solo 8, cambia el jabón que usas normalmente o hazlo con los ojos cerrados. Si sueles poner los objetos en fila, cambia su disposición y si sigues un orden antes de salir de casa para cerciorarte de que todas las puertas y ventanas están cerradas, invierte esa secuencia y comienza por el final.

Con esta técnica continuarás haciendo el ritual y sentirás un alivio de la tensión pero al mismo tiempo comenzarás a tener cierto control sobre estos comportamientos y poco a poco la compulsión irá desapareciendo.

  1. Añadir una consecuencia al ritual

Cada vez que te dejes llevar por la compulsión, añádele una consecuencia al ritual. Por ejemplo, cuando te laves las manos, oblígate a hacer algo que no te agrade demasiado, como planchar la ropa u organizar una estantería. En realidad, puede ser cualquier actividad, con la condición de que te demande un poco de tiempo y que no sea una tarea muy placentera. 

Cuando en tu mente se cree una conexión entre el ritual y esa actividad poco placentera, la próxima vez que la compulsión luche por tomar el control, pensarás en la tarea que tienes que hacer a continuación y el impulso se debilitará.

¿Cómo aplicar estas técnicas?

Por supuesto, no tienes que aplicar estas técnicas para controlar las compulsiones a la misma vez, sobre todo si notas que te generan mucha ansiedad. Puedes comenzar poniendo en práctica una y, una vez que la domines, comenzar con la siguiente. 

Obviamente, para que estas estrategias sean realmente eficaces, también debes trabajar con los pensamientos que dan origen al trastorno obsesivo-compulsivo.

Fuente de referencia consultada para este artículo:://www.rinconpsicologia.com/2014/02/3-tecnicas-para-controlar-las.html