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Cambiar los hábitos que nos han acompañado durante mucho tiempo es una dura tarea

Cambiar los hábitos que nos han acompañado durante mucho tiempo es una dura tarea, aunque esto no significa que no se pueda realizar, todo lo contrario, es posible. Sin duda es el reto de todas las personas que quieren empezar a cuidarse o aquellas que quieren perder peso. Posiblemente sea el momento de disminuir las horas de ver la televisión para practicar más actividad física, no consumir todos los alimentos que nos apetecen e incluso algunas veces puede que sea el momento de enfrentarnos a nuestros miedos más profundos para conseguir alcanzar los objetivos. Todas estas tareas forman parte de un gran reto que se puede resumir en la incorporación de unos de forma permanente. En general, es frecuente la dificultad para perder peso en las personas obesas, ellas suelen tener más dificultades en comparación con la población delgada, además es una dificultad que es muy difícil de comprender si no se vive. Buenos hábitos en nuestra vida cotidiana.

Desde el momento que has decidido empezar, te habrá despertado multitud de pregunta. Posiblemente, una de ellas podría ser: ¿Qué tengo que cambiar y cómo lo hago?, es decir, te estarás preguntando qué tienes que hacer para perder peso. Es posible que no sea tu primer intento y puede que en alguna ocasión no lo hayas conseguido

Un ejemplo de estas dificultades se puede hallar en el inicio de la práctica de actividad física, o a la hora de cambiar determinados alimentos que comemos; son situaciones que la población no obesa en general no puede entender.

Como te puedes imaginar, no todos tenemos las mismas dificultades para modificar los hábitos, algunos quizás tengan problemas en la incorporación del deporte, otros puede que la comida suponga la recompensa después de un día de esfuerzo o puede que la alimentación sea la última alternativa para afrontar alguna situación complicada. Por lo que tenemos que tener claro la existencia de diferentes tipos de dificultades para conseguir los hábitos adecuados, y por tanto es necesario tener tratamientos personalizados.

Fuente de referencia consultada para este artículo:

Encarni Ayoso
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Motivación y pérdida de peso

Alcanzar unos objetivos de pérdida de peso, SIN poner en peligro nuestra salud, conlleva realizar un importante cambio de hábitos. Sin embargo, un cambio de hábitos real que nos pueda llevar hacia este estilo de vida más saludable no siempre es sencillo, puesto que cambiar nuestra manera de actuar en nuestro día a día nunca lo es.

Es justo en este momento cuando entra en juego el punto clave de la motivación.

La motivación es la ilusión o actitud que nos hace ir hacia una meta. Este empuje suele ser fuerte al inicio y va perdiendo fuerza conforme los resultados se ralentizan y el cansancio aparece. Cuando estamos haciendo un plan de adelgazamiento, la pérdida de motivación a mitad del proceso provoca con mucha frecuencia el abandono del mismo. Por ello, debemos estar atentos a las fluctuaciones que sufre nuestra motivación a lo largo del proceso para poder ponerle remedio, antes de que sea demasiado tarde. Una buena motivación también es una garantía de éxito en los momentos de dificultad, tentaciones, situaciones difíciles de controlar, etc.

Los nutricionistas son conscientes de la importancia de la motivación y la incluyen dentro de su intervención. No obstante, si dicho profesional de la salud valora que la falta de motivación de un paciente es decisiva en la continuidad del tratamiento, le derivará a un experto en apoyo psicológico para poder trabajarlo con mayor profundidad.

Cuando tratamos de cambiar algo en nuestra rutina, notamos una resistencia que tira hacia lo conocido, hacia lo antiguo y se niega a cambiar (zona de confort). A veces, es una resistencia sutil y en otras ocasiones, nos sentimos tensos, irascibles o ansiosos.

Cuando intentamos perder peso, encontramos diferentes obstáculos que frenan nuestra motivación para iniciar nuestro plan: obstáculos mentales (ideas preconcebidas o irracionales que nos desaniman con facilidad), emocionales (ansiedad, estrés, enfado, tristeza, soledad, aburrimiento), sociales (porque nuestro entorno se desarrolla en un contexto obesogénico, repleto de productos, actos sociales, publicidad, etc.. relacionados  con la alimentación poco saludable, y con escaso apoyo a nuestro deseo de comer saludablemente. Es muy importante que cada persona detecte sus principales obstáculos para aprender a manejarlos.

Además al intentar ordenar nuestros hábitos de alimentación, descubrimos que la comida cumple muchas más funciones que la de aportar energía a nuestro organismo. La comida es el parche con que tapamos nuestra soledad, enfados, aburrimiento, estrés y la ansiedad.

El apoyo psicológico ofrece las herramientas para gestionar la ansiedad por la comida. Además le ayuda a la persona detectar las emociones que influyen en su comportamiento, lo que le permite ser consciente de ellas y anticiparse para que no recaiga en viejos malos hábitos y vuelva a comer sin control.

La clave es no rendirse a la desmotivación y buscar siempre una motivación intrínseca (interna), algo que realmente sea importante para nosotros, un cambio desde dentro, cuando la motivación es extrínseca viene de algo externo, momentáneamente nos puede ayuda, pero cuando desaparece ese algo externo (ej. tengo una boda y quiero adelgazar), perdemos razón que nos guiaba a ese cambio, y el abandono y vuelta a estar como estábamos será lo habitual. Sabiendo esto, tomar consciencia de ello y tomar las medidas adecuadas para plantearse un cambio será el mejor punto de partida para conseguir un cambio duradero.

 

 

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Cómo controlar la mente para adelgazar

¿Distinguimos entre hambre y apetito? ¿Qué pasa cuando estamos llenos y seguimos comiendo? El apetito es más un deseo de consumir un determinado alimento ¿Nos dejamos llevar por él?

¿Hambre o apetito? ¿Para qué sirve la comida? La respuesta más rápida y sencilla sería decir para nutrirnos, pero ¿es esta su única función? Mediante la comida nos socializamos con otras personas, sentimos placer…determinadas sensaciones que hacen que llevarnos ese bocado a la boca sea todo un deleite.

 

¿Podemos distinguir entre hambre y apetito? Aunque sean palabras utilizadas por muchas personas como sinónimos no lo son. El hambre es la sensación de necesidad de alimento. En cambio, el apetito podríamos definirlo como el deseo de comer un determinado alimento.

El mecanismo del hambre es un complicado proceso donde se ponen en marcha diferentes sustancias químicas que regulan dicha sensación. Pero ¿qué pasa aún cuando por ejemplo, estamos llenos y comemos? ¿Es realmente hambre lo que sentimos? O ¿Nos dejamos llevar simplemente por las sensaciones?

Cuando comemos algo que nos gusta se liberan unas sustancias que activan determinadas zonas del cerebro relacionadas con el placer. Se crea entonces la memoria sensorial. Así pues, cada vez que sintamos, por ejemplo, un determinado olor, el cerebro activará esta sensación placentera despertándonos las ganas de comer.

La química del cuerpo y los factores ambientales juntos influyen no sólo en cuándo sentimos hambre sino también lo hacen en qué tipos de alimentos tenemos ganas de comer para obtener la sensación de placer. Así pues, podemos decir que la comida se ha ido poco a poco relacionando de una forma inconsciente con otras experiencias que estimulan sensaciones de diversión, celebración, placer…a diferencia del simple hecho de nutrir nuestro organismo. No debemos olvidarnos que somos también seres que funcionamos por hábitos.

Un sencillo ejemplo. ¿Cuántas veces no se nos ha despertado el hambre con el simple hecho de mirar el reloj? Podemos estar tan tranquilos haciendo una actividad sin presentar hambre pero, de repente, el reloj nos indica que es hora de comer! O bien el comer delante de la televisión con un determinado programa, o cuando estamos aburridos, o visitar la nevera cada vez que visitamos la cocina… A todas estas situaciones estamos expuestos cada día y son las que pueden hacernos ganar algún que otro kilito de más.

Con ayuda profesional se puede aprender a diferenciar estas situaciones que nos hacen comer sin hambre, ya sea por emociones o rutinas. A través del aprendizaje de herramientas para mantener una alimentación sana, equilibrada, variada y atractiva sin carencias nutricionales.

 

 

 

Fuente de referencia consultada para este artículo:

http://psicopedia.org/864/estres-comida-y-emociones-una-combinacion-peligrosa/
No hagas dieta, has un cambio de hábitos

¿Quieres bajar de peso y mantenerlo a largo plazo? No sólo hagas dieta, has un cambio de hábitos

La búsqueda del Santo Grial de la salud pasa por la pérdida de peso a largo plazo. Dietas, estrategias, soluciones milagrosas… muchos formatos tratan de obtener los mismos objetivos con resultados variables o escasos.

Si nos centramos en dos estrategias concretas, una es el clásico uso de las dietas restrictivas, que son pautas concretas para reducir el aporte calórico en las ingestas. La otra es un cambio de hábitos, a largo plazo, y la educación nutricional. ¿Qué diferencias existen? ¿Por qué una es más útil y eficaz que la otra? ¿Por qué es necesario unificarlas?

Dieta o hábito, ¿en qué se diferencian?

Las dietas muy restrictivas consisten en diseñar un plan dietético que reduzca los aportes nutricionales, para aminorar el aporte calórico en cada ingesta. Esto lo hace restringiendo los alimentos y las cantidades, o incluso sustituyendo alimentos por productos. Entre las dietas restrictivas, las hay diseñadas por expertos y otras conocidas como dietas milagro.

Aunque ambas son restrictivas, una dieta diseñada por un profesional nutricionista o dietista está ajustada a cada persona. La adecuación del aporte calórico se hace sin que esto tenga un impacto en el resto de nutrientes. Por el contrario, las dietas milagro reducen el aporte nutricional sin ningún tipo de contemplación, no solo limitan el aporte calórico, además no atienden a las necesidades nutricionales de las personas.

Por el contrario, un cambio de hábito, supone una variación en las costumbres nutricionales y vitales. Para ello es imprescindible asesorarnos y educarnos en nutrición, incorporar la actividad física en nuestra vida, modificar conductas, y aprender a gestionar nuestras emociones.

Esto significa que hay que generar cambios a largo plazo, que tendrán un impacto fisiológico y psicológico, que influirán en nuestra salud. Como todo lo que ocurre con nuestra vida, las cambios importantes requieren de periodos largos de tiempo, un mes o dos no son periodos largos, ni mucho menos, para nuestro cuerpo.

Funcionar o no funcionar, esa es la cuestión

Si usamos una dieta muy restrictiva, sin duda, perderemos peso muy rápido. Pero si después, volvemos a los hábitos anteriores, es 100% seguro que recuperaremos el peso perdido. Esto que hemos resumido en un solo párrafo, podemos explicarlo por cuestiones fundamentales:

Mientras que la dieta es un patrón que llevamos durante cierto tiempo, que puede ser mucho o poco, siempre tiene una fecha de expiración. Por el contrario, el cambio de hábitos funcionará durante un periodo muy, muy largo (o para siempre). Aprender a comer bien y hacerlo por hábito es algo que dura en el tiempo y nos ayuda a conservar la pérdida de peso. ¿Y si convertimos una dieta en algo perenne? Entonces, sencillamente, la habremos convertido en un hábito.

El metabolismo

Aunque perdamos algo de peso en poquísimo tiempo, nuestro metabolismo no varía en solo unas semanas o en un mes. Necesita tiempo para adaptarse y cambiar. Es parte de nuestro sistema homeostático de supervivencia. Por tanto, una dieta podrá ayudarnos a no ingerir demasiadas kilocalorías, pero por sí misma no ayudará a cambiar el motor central que dirige la gestión de energía de nuestro cuerpo y obtendremos, como resultado, un efecto rebote.

Una dieta consiste en una tarea clara y concisa, ordenada. «Hoy la comida incluye tal o cual, y ese grupo de alimentos están prohibidos», etc. El cambio de hábitos no es tan conciso (aunque puede planificarse) y consiste en adquirir una educación nutricional que nos permita escoger mejor los alimentos y con ello mantener nuestro peso.

 

Fuente de referencia consultada para este artículo:https://www.vitonica.com/dietas/quieres-bajar-peso-mantenerlo-a-largo-plazo-cambio-habitos-efectivo-que-dieta-restrictiva

Los gordos tienen fuerza de voluntad

Los gordos también tienen fuerza de voluntad

Hace mucho que la psicología científica demostró que las personas tendemos a justificarnos y sobrevalorarnos. La mayoría pensamos que somos mejores que la media y somos mucho más benevolentes valorando los malos comportamientos propios que los de los otros.

Técnicamente los psicólogos lo llaman «Sesgo de correspondencia«: «La gente tiende a explicar comportamientos basándose más en qué «tipo» de persona los ejecuta que en los factores sociales y ambientales que rodean e influyen a dicha persona. Esta presunción por defecto hace que la gente haga explicaciones erróneas del comportamiento».

Dicho con palabras más sencillas: Cuando logramos un objetivo que consideramos excepcional, pensamos que es por nuestro esfuerzo y nuestros méritos. Si los demás no lo consiguen, nuestra percepción suele ser que no se esfuerzan lo suficiente, que no se lo merecen como nosotros. Por el contrario, si no conseguimos llegar a la meta que nos marcamos, tendemos a sobrejustificarnos y fácilmente encontramos razones de peso externas para nuestro fracaso.

La obesidad y la delgadez no se libran de este fenómeno. La mayoría de las personas delgadas o con cuerpos estupendos suelen reprochar a las personas obesas pensando que no se esfuerzan lo suficiente o que no tienen fuerza de voluntad para llegar a lo mismo. Piensan que ellos han conseguido su cuerpo gracias sobre todo a su esfuerzo y creen que al resto les supondría el mismo nivel de esfuerzo, así que si no lo hacen, es porque son un poco perezosos o glotones.

Este tipo de actitud se suele mezclar con otro comportamiento poco riguroso el «a mí me funciona». Nuestro cerebro está programado para buscar la causa-efecto en casi todo lo que hacemos, así que pensamos que si ha ocurrido algo como consecuencia de un comportamiento, realmente el éxito se debe sólo a dicho comportamiento.

Sorprendentemente, en otros temas la gente es más comprensiva. Si alguien no tiene un doctorado en física cuántica, no solemos pensar que es porque es un vago. Si no tiene trabajo, tampoco lo vemos como perezoso, y menos en los tiempos que corren. Si no tiene éxito en los negocios, es difícil que creamos que la razón principal es la falta de dedicación. Además del esfuerzo (que también es importante), todos aceptamos que existen otros muchos factores que influyen en la consecución de estos logros: la suerte, las habilidades innatas, los gustos personales, el entorno… Y en la obesidad, o en la delgadez, ocurre lo mismo.

Hasta los mayores expertos mundiales piensan que el tema de la obesidad es muy complejo y que no tiene una solución fácil, como puede leerse, por ejemplo, aquí. En mi modesta opinión e intentando simplificar, creo que hay tres factores clave en el sobrepeso. El primero de ellos es la genética. Si nuestro metabolismo tiene unas características concretas, el combate será más difícil. La tendencia a sufrir resistencia a la insulina, por ejemplo, que nos hace eficaces acumuladores de grasa en una dieta alta en carbohidratos refinados, tiene una importante componente hereditaria. Lo peor de este factor es que su consecuencia se refleja en forma de hambre, y el  hambre está directamente asociada a uno de los instintos más potentes y básicos de la naturaleza, la supervivencia. Los delgados no suelen ser conscientes de la importancia de la intensidad del hambre porque piensan que todo el mundo la siente como ellos. Y no es cierto. Suelo recomendar que se imaginen cómo se sentirían si se les redujera la cantidad de comida habitual a la mitad para toda la vida. ¿Serían capaces de soportar esa sensación durante años?

El segundo factor es la educación o el conocimiento. Si no sabemos lo básico sobre nutrición, seremos incapaces de interpretar cómo reacciona nuestro cuerpo ante los alimentos, y, por lo tanto, no podremos ajustar adecuadamente nuestra dieta para no comer lo que nos hace engordar y comer lo que nos evita sentir hambre.

Y el tercero y más importante, es el esfuerzo y la motivación personal. Un factor psicológico muy complejo, que se relaciona y depende de los dos anteriores. Lo que para una persona puede ser por ejemplo un esfuerzo de «6» quizás a otra le suponga un esfuerzo de «10», debido a que sus genes no ayudan o, por falta de conocimiento, no ejecuta adecuadamente las pautas dietéticas más eficaces para su caso. Hay mucha gente obesa que tiene una enorme fuerza de voluntad (y éxito) en otros muchos ámbitos de la vida, que dedican horas y horas a estudiar o a trabajar y se sacrifican como el que más, pero son incapaces de superar su obesidad.

En definitiva, pienso que en temas de sobrepeso las comparaciones son odiosas por tres razones. Porque caemos en el “sesgo de correspondencia”, porque utilizamos “a mi me funciona” para juzgar a otros y porque no valoramos en su medida todos los factores que influyen.

Respecto a los tres factores, con los genes no se puede hacer nada. Pueden ser una ayuda o una dificultad, es lo que hay. El segundo, el conocimiento y educación nutrición, podemos mejorar y asesorarnos, está en nuestra mano. Y el tercero, la motivación y el esfuerzo, los ánimos funcionan mucho mejor que los reproches, y buen enfoque de cómo abordar el cambio de hábitos y entrenamiento en ello también en esta en nuestras manos.

Así que si usted está delgado y cree que las personas obesas son bastante responsables de su situación, le sugiero que dedique unos minutos a pensar sobre ello. Quizás ahora no lo vea tan claro.

 

Fuente de referencia consultada para este artículo:

http://loquedicelacienciaparadelgazar.blogspot.com.es/2012/05/los-gordos-tambien-tienen-fuerza-de.html

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La batalla de la dieta

Algunas claves que se deben tener en cuenta si se desea terminar por una vez por todas contra la batalla interminable de estar a dieta.

Mentalizarse y Responsabilizarse. El éxito de una dieta para adelgazar pasa por mentalizarse de que se trata de un cambio de hábitos alimenticios, físicos y psicológicos de por vida. No sólo durante el tiempo de dieta para reducir el peso, sino que éstos hábitos deben mantenerse para siempre. Por ello se hace preciso que tanto la dieta como todos los cambios necesarios sean adaptados a cada persona y facilitarles el mantenerlos a lo largo de la vida.

La motivación y la fuerza de voluntad divina. No hay que esperar a que una especie de fuerza externa nos impulse a iniciar o mantener una dieta, ni tampoco comenzar en base a una fecha (primero de año, primavera, el lunes…).  La motivación hay que alimentarla, y su mejor alimento es la obtención de resultados, comprobar cómo cada semana el peso va disminuyendo, es lo que nos dará la fuerza de voluntad necesaria para seguir adelante, pero hay que recordar siempre que nadie va a hacer la dieta por nosotros, y que es nuestra responsabilidad mantenernos alerta para no sucumbir a los innumerables acontecimientos y tentaciones que continuamente nos rodean. Para ello, es clave tener siempre presente que es un periodo de aprendizaje, en el que más que pensar que tengo prohibido comer determinados alimentos, es una elección personal no comerlos con el objetivo de desarrollar estrategias de autocontrol que podamos utilizar a lo largo del cambio de hábitos.

Contar con el apoyo de los que nos rodean es importante, pero en la mayoría de los casos, el entorno más que ayudar dificulta el seguimiento de cualquier dieta, seguro que para muchos son conocidas frases como “por un poco no pasa nada”, “por una vez que va a pasar, luego lo compensas”…

Hablar seriamente con estas personas y explicarle lo importante que es para vosotras/os su apoyo, facilitará enormemente el seguimiento de la dieta.  

Metas realistas. Dependiendo de cuánto tiempo llevamos con esos kilillos de más, nuestra edad, nuestro cambio de vida, etc…se deberá establecer la meta a conseguir, no debemos obsesionarnos por conseguir meternos en la talla de hace años, hay que establecer metas que podamos alcanzar, metas que siempre deben ser ajustadas a nuestra edad y tipo de vida y que se puedan mantener.

También es importante establecer metas flexibles, donde se tenga en cuenta posibles recaídas (que no abandonos), y situaciones emocionales que pueden surgir y afectarnos negativamente en la consecución de nuestro objetivo.  

Falsas creencias. Es importante tomar conciencia de la cantidad y tipos de alimentos que una persona está ingiriendo, en muchas ocasiones escucho frases del tipo: “si yo no como tanto”, frase que es totalmente cierta para la persona que la dice, sobre todo porque en la mayoría de las veces no hay conciencia sobre ello.

Un breve cuestionario, donde se anote durante un tiempo la cantidad y tipo de alimentos ingeridos, bastará para que la persona tenga conocimiento de que lo que pensaba, y la realidad, están algo alejadas.  

No intentar lo que ya se ha intentado y ha fracasado. Nos pasamos más de media vida probando soluciones que ya han fracasado multitud de veces, no sólo nos pasa en lo referido al intento de perdida de peso, sino también en otros asuntos de nuestra vida. Hacer una breve lista de todo lo que se ha intentado hasta el momento y que ha fracasado, es la clave para no volver a repetir los mismos errores, cualquier intento de solución tiene que pasar por algo nuevo, algo no intentado. 

El ejercicio es fundamental en cualquier dieta saludable. Además de los beneficios de sobra conocidos de la práctica del deporte, la actividad física es clave para ayudarnos a la pérdida de peso y al incremento de masa muscular que influya en el aumento de nuestro metabolismo basal. No hablo necesariamente de inscribirse en actividades que nunca hemos hecho o que incluso no nos gustan, sino de actividades acorde a nuestra forma de vida, edad y preferencias.

 Disfrutar aun más de los caprichos. Tener siempre presente, que una vez conseguido el peso deseado se podrá volver a comer aquellos alimentos que tanto nos gustan, pero con moderación.

Evidentemente, volver a nuestra alimentación anterior, sería también volver a nuestros kilos de más, por ello, una vez aprendidos los hábitos saludables se deben seguir fortaleciéndolos hasta que formen parte de nuestra nueva forma de vida.

Con ello tendremos un doble disfrute, comer aquello que tanto nos gusta, y seguir manteniendo nuestro peso, además de sentirnos orgullosos/as por haber conseguido tener la capacidad de decidir cuándo y cuánto voy a comer de ese alimento capricho que antes era incontrolable.

 

Qué es el hambre emocional - Artículo del blog de Adelgazar & Bienestar

¿Qué es el hambre emocional?

Para hablar de hambre emocional, antes conviene aclarar qué son las emociones.

Las emociones son respuestas psicofisiológicas a estímulos internos o externos, con una influencia diferente en cada persona.  No existen emociones malas ni buenas, simplemente son el resultado de la interpretación que hace cada persona de lo que está sucediendo en su interior o en el exterior.

Por ejemplo, puedo sentir miedo por algo que es una amenaza, esta emoción nos llevará a protegernos, un proceso a priori adaptativo. La rabia nos informa de una injusticia y nos prepara para la acción, la alegría nos acompaña cuando experimentamos una ganancia y nos invita a compartir. 

Pero no siempre nuestras emociones están acordes con la realidad de lo que está sucediendo, podemos sentir emociones desmesuradas, en proporción al estímulo que las provoca, por ejemplo, un excedo de miedo, o podemos dar respuestas poco adaptativas a determinadas emociones que nada tienen que ver con lo que realmente sentimos, y esto es lo que ocurre con el hambre emocional. 

La alimentación puede estar ligada a nuestras emociones de diferentes maneras:

Desde que somos niños se establece una relación emocional con la alimentación, ya que en los primeros meses y años de vida la fuente de nutrición principal procede de las personas que nos cuidan. Así, cuando se recibe la comida que ofrecen estas personas, se establece una relación de cuidado y protección con el alimento. 

A medida que crecemos existen también otras fuentes de influencia social donde la alimentación cobra un papel emocional, por ejemplo, es habitual compartir alimentos en celebraciones de índole social (cumpleaños, festividades etc.). También encontramos la función de los alimentos como “regalo”, para demostrar afecto o cariño por ejemplo cuando alguien regala una caja de bombones o invita a otra persona a cenar a un restaurante.

Hambre, emociones y cerebro

Algunos alimentos tienen substancias que activan determinados circuitos neuronales que producen sensación de recompensa, placer y bienestar. Un ejemplo de ello puede ser el chocolate, que contiene triptófano y feniletilamina.

Los sabores también tienen una función adaptativa, por ejemplo, un sabor aversivo, nos ayuda a poder determinar cuándo un alimento se encuentra en mal estado, pero también tiene influencia aquí el aprendizaje, por ejemplo se puede asociar el dulce a un “premio” si se nos ofrece desde niños con esa función, de esta forma se mantendrá en nuestra adultez esta asociación de recompensa. 

Por todo ello, podemos decir que la alimentación emocional es algo habitual, que forma parte de la cultura de los seres humanos y no tiene por qué resultar negativo para las personas. 

El problema reside cuando la comida cobra una función principal en la gestión de las emociones, canalizar siempre los estados emocionales que resultan difíciles de gestionar a través de la ingesta de pastel, etc.. puede no resultar tan positivo para el bienestar. 

Hambre emocional y ansiedad por la comida

La ansiedad suele aparecer como un síntoma de que algo peligroso puede suceder, se trata de una señal de alerta, de anticipación ante la situación que hay que afrontar, teniendo una función adaptativa. 

Pero en ocasiones la ansiedad puede volverse “patológica” y experimentarse como excesiva en relación a los recursos que poseemos para gestionarla. En estos casos se experimenta una elevada sensación de malestar, incluso a nivel físico (sudoración, alteración del ritmo cardiaco etc.). Frente a esto algunas personas encuentran la “vía de escape” a través de la comida, llegando incluso a comer compulsivamente o a desarrollar otras conductas alimentarias que resulten de riesgo para su salud. Así la comida se convierte en un “antídoto” de la situación a corto plazo, para deshacernos de esa sensación por unos momentos, pero que conlleva complicaciones a medio y largo plazo. 

¿Cómo superar el hambre emocional?

Cuando el hambre emocional se ha vuelto “patológica” y conlleva conductas disfuncionales como la ansiedad por comer, el comer compulsivamente, atracones etc. es momento de plantearse:

Lo primero es ser consciente que la comida no es el problema, sino que es la “tapadera”. ¿Qué estamos tapando con la comida?. 

Atender a las sensaciones corporales para diferenciar el hambre física del emocional; en este sentido practicar alimentación consciente puede ser una herramienta.

Aprender a diferencial el hambre física de la emocional: 

El hambre física: 

  • Se activa por una necesidad fisiológica y se siente en el estómago.
  • Aparece poco a poco. 
  • Una vez ingerida comida suficiente se sienten las sensaciones de saciedad, etc.

El hambre emocional:

  • Se activa por un estímulo interno o externo que produce determinada emoción en la persona.
  • Aparece repentinamente, incluso después de sentirnos ya saciados.
  • La apetencia casi siempre es por alimentos poco saludables. 
  • Cuesta distinguir las sensaciones de saciedad una vez ingeridos los alimentos.
  • Pueden ser experimentadas sensaciones en otras partes del cuerpo, etc.

Una vez identificada esta hambre emocional, es fundamental poder trabajar en la gestión emocional, para aprender a canalizarlas de una forma más saludable.

Fuente de referencia consultada para este artículo:

http://psicopedia.org/864/estres-comida-y-emociones-una-combinacion-peligrosa/

Cultivar la capacidad de decir NO - Artículo del blog de Adelgazar & Bienestar

Cultivar la capacidad de decir NO

Cultivar la capacidad de decir NO cuando queramos, es aumentar la capacidad de decir NO también a los atracones. Aprender a decir NO es similar a ejercitar un músculo que se vuelve más fuerte con la práctica. 

Al igual que muchas otras cosas en nuestra vida, la forma en la que comemos, dónde lo hacemos, que alimentos preferimos, y sobre todo que control tenemos sobre ellos, está muy relacionado con nuestros hábitos, costumbres y vivencias desde la infancia. 

Al igual que somos capaces de crear hábitos que nos benefician y que nos hacen bien a nuestra salud (ej. Lavarnos los dientes…), y que los realizamos casi de forma automática, con mas o menor ganas, podemos crear hábitos negativos que se vuelven en rituales difíciles de paliar, y con consecuencias negativas en la mayoría de los casos. 

Rituales relacionados con la alimentación

Son muchos esos pequeños rituales, que, aunque en muchos casos por sí mismo no son dañinos, la repetición de los mismos si puede causarnos deseos indeseados, como ejemplo, muy común referido a la alimentación, están esos pequeños momentos en la cocina, en los que disfruto de un picoteo variado y una copita de vino en lo que se prepara la cena familiar, seguro que muchos ya estamos salivando sólo de pensarlo. Este pequeño ritual, que en sí no es negativo, se vuelve un gran obstáculo cuando se pretende perder algo de peso. 

Es fácil identificar que se come en las comidas principales, e incluso llegar a la idea de que se está comiendo acorde con las necesidades energéticas, pero es muy difícil descubrir, lo que verdaderamente ingerimos, cuando tenemos costumbres habituales como la descrita.  

Hay muchos más momentos llenos de estos rituales, algunos casi inapreciables, por el tiempo que llevan con nosotros, otros muy visibles, (llego del trabajo y siempre voy directa a la cocina). 

Tanto unos como otros son complejos en su eliminación, o al menos transformación, pero todo pasa por cambiar ese Hábito-Ritual, y convertirlo en otro que no impida nuestro objetivo de bajada de peso, y que podemos encajarlo y disfrutarlo en nuestra vida. 

No hay milagros mágicos para ello, pero todo pasa por EJERCITAR EL MÚSCULO DEL CONTROL.

Y cuando hablo de control, no quiero que se asocie a vivir en los extremos absolutos de CONTROL-DESCONTROL, nada más lejos de mi idea, ya que siempre he dicho, que en la vida, siempre es mejor vivir en términos grises, aun cuando pueda sonar conformista, no es lo que quiero trasmitir, sino, aquella idea, que está más relacionada con tomar las riendas de nuestra vida, y decidir bajo el control propio, cuándo yo decido comer o dejar de comer. YO DECIDO

Conseguir esto, es generar NUEVOS HÁBITOS, y ¿cómo se genera un hábito?, pues repetir, repetir, repetir….. hasta que llegue un momento que este salga solo. 

En la mayoría de ocasiones, decir NO a algo que sabemos que no nos conviene, no dejar de ser una incomodidad puntual, algo que realmente se puede soportar, y que también es conveniente educarse en “soportar esa incomodidad”, sobre todo porque el simple hecho de sucumbir nos aleja de nuestra meta más importante, como adelgazar o simplemente cuidarnos. 

Los pequeños caprichos continuados en el tiempo, nos llevan a situaciones no deseadas en el peso, pero también, los pequeños cuidados continuados en el tiempo, nos llevan a estar como queremos estar. TU ELIGES

El comer emocional y sus mitos - Artículo del blog de Adelgazar & Bienestar

El comer emocional y sus mitos

Cuando hablamos de comer emocional, nos estamos refiriendo a los diferentes sentimientos o estados de ánimo que pueden llevarnos a realizar una ingesta excesiva y sabotear nuestra dieta.

Hay una serie de mitos o ideas erróneas que pueden llevarnos a comer de más, llevados por nuestras emociones.

Mitos erróneos sobre el comer emocional

  • “Hay que separar la comida de toda emoción”: Esto resulta imposible ya que todas las conductas humanas están teñidas por la emoción. Por ello, por mucho que intentemos no pensar en ello y no sentir nada, es imposible que dejemos de sentirnos mejor al comer chocolate que al comer brócoli. Lo importante es fijarse en qué emociones secundarias queremos sentir: si nos dejamos llevar por nuestros instintos, estaremos favoreciendo la culpabilidad, la baja autoestima, las sensaciones de descontrol… Debemos comer pensando en cuidarnos y querernos, focalizando nuestra atención en valorarnos a nosotros mismos, en lugar de torturarnos pensando en los alimentos que no podemos comer.

  • “Me valoraré más cuando baje de peso”: Este planteamiento está equivocado desde el principio. Primero debemos aceptarnos tal y como somos, querernos a nosotros mismos y tener una autoestima saludable. Solamente si tenemos esa predisposición psicológica, estaremos preparados para asumir el reto de afrontar una dieta con garantías de éxito (sin culpabilidad ni remordimientos, sin hundirnos por los errores, sino aprendiendo de ellos, sintiéndonos seguros de nuestras capacidades…).

  • “Como por aburrimiento”: Una persona aburrida no come, busca algo que hacer. Una persona que dice comer por aburrimiento lo hace porque se siente vacía, y con sentimientos de baja valoración, por lo que tiende a combatir esos sentimientos con conductas autodestructivas como los atracones.

  • “Comer me hace sentir a gusto”: Aunque comer puede hacer que nos sintamos bien en un primer momento, los sentimientos que suelen venir después son la culpa, el remordimiento y la vergüenza. Si realmente queremos sentirnos a gusto con nosotros mismos, deberíamos aprender a cuidarnos, y la elección de una dieta saludable es una buena manera de hacerlo.• “Dar de comer es una muestra de amor”: Al ser premiados con comida desde niños, podemos interpretar la comida como un gesto de amor y buscarla cuando nos sentimos faltos de cariño. Sin embargo, cuidarnos para lograr estar saludables es una manera mucho mejor de demostrarnos nuestro aprecio por nosotros mismos.


Fuente de referencia consultada para este artículo:

 http://www.guiaobesidad.com/obesidad-ansiedad-comer-emocional
El papel de la comida en los trastornos por atracón - Artículo del blog de Adelgazar & Bienestar

El papel de la comida en los trastornos por atracón

El acto puntual de calmar la ansiedad a través de la comida, puede convertirse en una respuesta automática e inmediata por su rapidez en calmar la emociones negativas, y aunque no es la respuesta adecuada a nuestra ansiedad, si lo parece a corto plazo.

Es fácil para un/a paciente que sufre trastorno por atracón reconocer que su consumo de hidratos de carbono y dulces es excesivo, sin embargo ignoran la razón por la que lo hacen. En ocasiones dicen “me apetecía” o, “de pronto me han entrado unas ganas irreprimibles de comer chocolate”, pero la base que sostiene este acto de comer compulsivo está en el cerebro, en concreto en el hipotálamo, que es la glándula que recibe información sobre el estado de reservas energéticas y activa la sensación de hambre cuando éstas disminuyen, encargándose además, de recibir las señales de saciedad que envía el estómago para enviar orden a su vez de dejar de ingerir más alimentos.

Pero es también el hipotálamo donde se reciben otro tipo de informaciones, como por ejemplo  las relacionadas con las emociones, la voluntad, la afectividad o la memoria, que son interpretadas y nuevamente codificadas para emitir una respuesta. Cuando el sistema se desajusta, es posible emitir señales de saciedad ante el estrés (la impresión de “se me ha cerrado el estómago y he perdido el apetito”), o por el contrario, emitir señales de sensación de hambre cuando no las hay, provocando que el individuo reaccione ingiriendo más cantidad, en especial, de alimentos procesados.

Entra en juego además lo que llamamos el “circuito de recompensa” cuyo principal protagonista es el neurotransmisor “Dopamina”. La cantidad de este neurotransmisor en el cerebro disminuye en momentos de ansiedad y, sin embargo aumenta en los momentos de placer, como puede ser el acto de comer alimentos en general de alto contenido calórico y en especial grasos o dulces.

Cuando ante la aparición de la ansiedad (disminución de dopamina), la respuesta es la ingesta (aumento de dopamina), el resultado es la reducción del estado ansioso, por lo menos a corto plazo, ya que a largo plazo, el sentimiento de culpa por lo ingerido y la sensación de malestar físico por la sobre ingesta, vuelven a elevar la ansiedad, dejando a nuestro/a paciente al inicio del circuito (en el caso de la Bulimia, puede además provocar el inicio de actividades compensatorias, como el ejercicio excesivo o los vómitos autoinducidos).

El acto puntual de calmar la ansiedad a través de la ingesta, puede convertirse en una respuesta rutinaria por la inmediatez del proceso de relajación, ya que, aunque no es la respuesta adecuada al estímulo, si lo parece a corto plazo.

¿Por qué no dejar de ingerir alimentos una vez saciados/as?

La sensación de placer es adaptativamente superior y prevalece sobre otro tipo de sensaciones como el dolor o la saciedad. Además, la sobre ingesta se realiza normalmente a una velocidad mayor que la ingesta habitual, por lo que cabe la posibilidad de que el hipotálamo no reciba la indicación de saciedad que envía el estómago.

El trabajo en consulta pasa por trabajar la autoestima, la resolución de problemas de una forma adecuada al estímulo y las técnicas de reducción de la ansiedad a través del control de impulsos y la desactivación emocional y física provocada por la situación estresante.


Fuente de referencia consultada para este artículo:

http://buelpsicologia.es/blog/el-papel-de-la-comida-en-los-trastornos-por-atracon/